La mirada del ganador

Seguramente en alguna ocasión te has preguntado si eres un ganador…

La mirada del ganador joan rubio

Indudablemente han pasado por tu vida personas que son ganadoras, muchas que no lo son, otras que intentan serlo y otras que creen serlo. Pero la realidad es una: solo hay unos pocos que lo son. ¿Elegidos? Puede…

¿Te has dado cuenta que el ganador tiene una mirada especial? Una seguridad innata en lo que va a suceder. Y por más que lo intentemos si no nacemos ganadores no vamos a conseguir serlo. Podemos pasar por nuestra vida sin ser un ganador, y no por eso hemos de ser infelices ni sufrir tipo de frustación. Hay muchas otras virtudes que por suerte podemos trabajar y compartir.

Obviamente nuestra sociedad nos enseña y entrena a ganar. Desde pequeños nos educan a ser los mejores, aunque nuestras limitaciones nos enseñan a no serlo, y convivir con ello. Con pocos años de vida ya tenemos claro en lo que destacamos y en lo que por mucho que nos esforcemos no vamos a despuntar nunca.

Un talento bien trabajado y dirigido nos llevará a poder disfrutar de ese ‘estar por encima de la media’, pero no por eso seremos ya ‘un ganador’.

Si algún día has jugado a un juego de mesa con amigos, donde las reglas y seguramente las experiencias previas con ese juego son iguales para todos, te puedes dar cuenta de quién es un ganador… si es que lo tienes sentado en esa mesa.

El ganador no siempre gana. Aprende de sus errores, lee el entorno y lo que está pasando. Y en el momento de tomar una decisión, escoge la correcta. Sin esfuerzo, sin temblar. A veces se equivoca, y mejora desde el fracaso. Sabe perfectamente que ha de practicar, analizar y mejorar para llegar a la excelencia. De forma innata, crece y se recrea de manera que la siguiente vez que lo intenta ya es mejor.

El ganador sabe perder. Valora el éxito de los demás. Sabe lo que cuesta ser el mejor cada día, en cada momento. No critica a los que están a su nivel o por encima de él. Valora lo que cuesta estar en el grupo de los mejores y además ser el mejor de ellos. Es noble y le encanta competir.

El ganador no es siempre el mejor. Es bueno en lo que hace pero en el momento decisivo acierta, lo hace mejor que los demás, se equivoca menos.

Casi ganar es perder,

y casi perder es ganar

El ganador no es el que gana una vez. Es aquel que gana muchos partidos, el que supera muchas derrotas, y al final gana el campeonato o lidera un proyecto con éxito durante unos años. Sabe que corre una carrera de fondo.

El verdadero ganador, en el momento de la verdad, mira diferente. Lo he visto en los ojos de algunos en el último minuto de una final de baloncesto, en el último set de un partido de tennis, en una decisión trivial, jugando a cartas… También lo he visto en muchos clientes, también en vendedores. Esos ojos no solo ven. Esos ojos leen lo que está pasando y están escogiendo la mejor opción de las posibles con el fin de «ganar».

En el mundo de la empresa, y evidentemente del deporte, cuantos más ganadores tengamos en nuestro equipo, más potentes seremos ante las adversidades, el entorno y la competencia. Si quieres estar en un equipo ganador rodéate de ellos. Son especiales, difíciles de tratar, de llevar a tu terreno, de convencer. Pero si tienes la suerte de un momento de tu vida rodearte de unos cuantos, sereis capaces de todo lo que os propongais.

Momento crítico. Pásale la pelota al que tiene esa mirada… ¡Y seguramente… ganarás!

 

 

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El emprendedor(I): especies y tipologías

Parece que está de moda el hablar de «emprendedores». ¿Pero qué es un emprendedor?   Si consultamos en la gran Wikipedia (¿dónde están los míticos fascículos verdes de Salvat? ¿y los míticos vendedores de enciclopedias?…) nos da una definición moderna y con diversas acepciones:

«1. Se denomina emprendedor o emprendedora a aquella persona que enfrenta con resolución acciones difíciles.

2. En economía, negocios, finanzas, etc, tiene el sentido más específico de ser aquel individuo que esta dispuesto a asumir un riesgo económico. Desde este punto de vista el término se refiere a quien identifica una oportunidad y organiza los recursos necesarios para ponerla en marcha.

a) Es habitual emplear este término para designar a una «persona que crea una empresa» o que encuentra una oportunidad de negocio, o a alguien quien empieza un proyecto por su propia iniciativa. Se ha sugerido que el “ser emprendedor” es una de las cualidades esenciales de un empresario u hombre de negocios, junto a la de innovación y organización.

b) Las investigaciones de percepciones describen al emprendedor con términos como innovador, flexible, dinámico, capaz de asumir riesgos, creativo y orientado al crecimiento. La prensa popular, por otra parte, a menudo define el término como la capacidad de iniciar y operar empresas nuevas.»

Y si nos preguntamos si el emprendedor «nace o se hace» nos daríamos cuenta que el talento es innato, pero que esas capacidades han de trabajarse dentro de entornos óptimos (tanto como familiares como educativos). No solo desde dentro de uno mismo, sino también bajo la influencia de personas y entidades que año tras año pasan a nuestro lado. Unas caminan un poco con nosotros. Otras corren y se nos van. Otras están un rato e intentan que nos tropecemos. Otras nos tienden la mano…

Podría decirse que soy el prototipo perfecto de esta especie: visionario, creativo, atrevido, …  Durante los últimos años este «talento» ha sido el culpable de muchas noches sin dormir. Unas trabajando y creando proyectos con mucha ilusión, otras intentando solucionar los problemas que esa «valentía» me ha generado (y me generará), y algunas disfrutando de ese éxito que siempre se busca en la creación de algo «diferente». Puede que haya aprendido más en los malos momentos que en las situaciones en que el viento me soplaba a favor. ¡No es nada fácil ser de esa raza!

No podemos decidir si lo somos o no. O nacemos o nos hacemos, pero una vez cruzado el umbral ya no hay vuelta atrás. El emprendedor puro lo es en su trabajo, en el de los demás, en casa ( en la suya y en la de los demás), caminando o nadando…

Huyendo de convencionalismos y de teorías consagradas vamos a definir tres tipologías en esta especie:

1. El «emprendedor alfa» (un soñador, un buscador de oro, de tesoros, de éxito, …, un líder, un modelo – o al menos eso intenta). De esta clase hay pocos. Son capaces de mover el mundo e interactuar con su entorno de una forma que los demás son incapaces. Su esfuerzo es enorme y sus ideas y su proyección nunca tienen fin. Antes de acabar de conquistar la Antártida ya están planeando el siguiente viaje a El Dorado… Valoran el esfuerzo y durante el camino tienen muchas historias que contar…

2. El «emprendedor beta» (una persona que necesita de un «alfa» para conseguir sus objetivos – un gran mando intermedio, con un reloj que separa su vida personal de la profesional, un buen escudero, …, un guerrero). Muchos pensaban que eran «alfas», pero algo falló.  Este tipo de emprendedor llega a su máxima plenitud cuando acepta su rol. Cuando la aceptación de la existencia del «alfa» es completa sus cualidades se multiplican y la creación de proyectos y nuevas ideas y metodologías es incesante.

Un «alfa» de alta gama necesita de un equipo plagado de «betas». Cuando esto se produce llegan los éxitos y los problemas se minimizan. Hablando en términos de baloncesto es un equipo con muy bienos jugadores bien dirigido por un entrenador al cuál le dejan hacer su trabajo priorizando el bien común sobre el individual.

Otra realidad muy frecuente es cuando dos o más «betas» unen sus fuerzas para un objetivo común. En la mayoría de las ocasiones no se acaba la carrera…

3. El «gamma«. Es aquel no-emprendedor que durante un periodo de tiempo prueba a serlo. Sus artes no suelen ser de «magia blanca», la copia y el plagio son el pan de cada día (sin recordar que como dice mi amigo Benjamín: «Bienaventurados los que nos copian, ellos también copiarán nuestros errores»), y los problemas no existen ya que son incapaces de detectarlos. Ven a los otros dos tipos como competidores desde el primer momento y son incapaces de crear equipos de trabajo debido a la falta de habilidades y a sus malas artes.

Pero ser emprendedor no es el no-va-más. Se le plantean muchas dificultades, y no se puede dejar de ser. Pero si un no-emprendedor lee estas líneas puede que se sienta mal. Pero yo lo enfoco más bien al contrario: en todas las organizaciones y equipos se necesitan personas que sigan las indicaciones del líder, que estén a su lado, que den parte de su vida y sus esfuerzos a ser los mejores y a conseguir que sus puestos de trabajo sean «activos», «creativos», «productivos» e «indispensables».  Si no eres emprendedor vivirás más tranquilo que los que lo somos, siempre y cuando el positivismo y el esfuerzo sea tu motivación día a día. Seguro que conseguirás un grado de felicidad mayor que los «alfa» y los «beta», pero los que lo «somos» no podemos esconderlo… aunque sabemos que sin serlo seguramente tendríamos una vida más placentera.

Continuará…